Veranos
Yo - ¿Te acordás de Bertito? Nunca he visto un ser tan burro y tan
inteligente a la vez...
A – No había forma de que aprendiera algunas cosas... ¡pero para
otras era terrible...!
Yo – Sí, ¿te acordás cómo se subía a la pileta del patio y con
la patita bajaba la manija y abría la puerta? ¡Jaja!
A – A mí me ilusionaba llegar y ver esas orejas largas negras
asomar por la cortina del vidrio de la puerta... como espiando
ansioso... Me sentía esperado por un ser vivo...
Yo – Nunca entendí qué misterio de la física hacía que mordiera
todos los cables enchufados y nunca se quedara pegado...
A – ¡Pero qué gracioso fue ese verano que hacía como cincuenta
grados y no corría una gota de aire, tiré unos hielos de la
heladera que estábamos descongelando y se largó de panza a
revolcarse encima de los cubitos!
Yo - ¿Y cuando fue víctima del Dani? Tenía cinco años y le
dijimos: “andá a jugar con un conejito que hay ahí afuera”. Y
cuando salimos el conejo corría por todo el patio desesperado porque
éste lo perseguía tirandole ladrillazos...
A – Bueno, nosotros no fuimos menos crueles: Como nos teníamos que
ir de vacaciones se lo regalamos al loco Martini que tenía un
criadero...
Yo – Qué más quería Bertito, lo iban a utilizar como macho
reproductor...
A – Me parece que tuvo un par de camadas y terminó en la olla
ése...
Yo – Brindemos por Bertito... Nuestra primera mascota, en algún
sentido, nuestro primer hijo.
A - ¡Chin-chin! Jamás te olvidaremos Bertito, y seguro que tus
orejas negras andan asomando entre las nubes del Cielo de los
conejos...